Agilizar es el nuevo planificar.
Las empresas deben aportar a sus clientes los valores de coste, experiencia y plataforma. Las empresas confunden el concepto de estrategia (que implica velocidad y flexibilidad) con el de planificación, que es más rígida y, a menudo, laboriosa.
La planificación no es otra cosa que un intento de predecir el futuro. osado propósito que, ahora más que nunca, roza el absurdo si tenemos en cuenta la dinámica competitiva y la velocidad del cambio. Cada vez con mayor regularidad, los disruptores digitales son capaces de anular los planes de crecimiento de una empresa antes de que hayan podido compartirlos siquiera con empleados y accionistas, mientras sacan su principal fondo de utilidades.
Demasiadas empresas afrontan esta evolución exponencial con la fe de que su enfoque lineal de estrategia (léase, planificación), será una arma suficiente. En un mundo de constante cambio, los planes a largo plazo no son un timón, sino el ancla que encalla a la empresa en una posición sin sentido. En el vórtice digital, la planificación es el problema, no la solución.
Crear disrupción combinatoria y, a la vez, ejecutar estrategias defensivas y ofensivas, exige aplicar un nuevo enfoque. A este conjunto de nuevas capacidades lo llamamos agilidad empresarial digital. Este concepto se define mejor como una especie de metacapacidad que, a su vez, se sustenta en tres capacidades subyacentes: hiperconciencia, toma de decisiones informada y rapidez en la ejecución. La agilidad empresarial digital permite a las empresas aportar unos valores de coste, experiencia y plataforma superiores, ya que les capacita para:
- Percibir los cambios más importantes que se están produciendo en el entorno, gracias a la recopilación de datos e información relevantes.
- Analizar datos, extraer conclusiones e implicar a las personas adecuadas para tomar siempre buenas decisiones.
- Ejecutar y escalar con rapidez, y desprenderse de planteamientos infructuosos u obsoletos.
